La soledad, mi única compañía, y a la vez, la fuente de mi desgracia, causante de que ahora esté tan sólo, tan desamado, ella ha sido la culpable de que mi personalidad se halla convertido en piedra, mi única acompañante, la única que se encuentras conmigo en las frías noches de invierno, ¿Por qué me escogió a mi? ¿Por qué tengo que vivir sólo mientras los demás disfrutan del amor? ¿Cuál fue mi fallo? ¿Cuál resultó el pecado que sentenció mi vida? Son dudas que me corroen, que hacen que mi interior prenda y se consuma, cuestiones que convierten la vida en un tormento. ¿Aspecto físico? ¿Personalidad? ¿Ideología? ¿Serán esos los pecados que me condenaron a la soledad?
Mi vida se ha acabado convirtiendo en una infinita espiral de dudas, dudas tortuosas, pero de entre todas hay una que en especial hace prenderme:
¿Volveré a sentir el calor de otro cuerpo caliente en las frías noches de invierno?
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